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domingo, septiembre 25, 2005

Las razones de una justicia sensible

(Información que aporta Alejandro Gaviria en su columna de la fecha en El Espectador)

En las pasadas elecciones municipales, la indígena arhuaca Ati Quinua, de 23 años, fue elegida al Concejo de Bogotá en representación del Polo Democrático. Pero el Tribunal Administrativo de Cundinamarca anuló la elección, alegando que la joven concejal no cumplía con el requisito de edad fijado por un decreto distrital (25 años). Hace unas semanas, la Corte revocó el falló de marras, argumentando, entre otras cosas, que el Tribunal “debió haber procedido a efectuar una excepción etnocultural a la norma que establece el requisito de edad para ser concejal de Bogotá”.

La Corte aduce que su decisión estuvo basada en un peritazgo antropológico, un nombre extraño para un remedo de aritmética. Según la tradición arhuaca, la mayoría de edad se alcanza con la primera menstruación, esto es, a los 15 años aproximadamente y no a los 18 como lo estipula la Constitución Política. Por tal razón, afirman los peritos, si queremos conocer la verdadera edad de Ati Quinua tendríamos que sumarle a sus 23 años los 3 que nos lleva de ventaja debido a la diferencia entre las normas de nuestra cultura y las de la suya. En suma, 23+3=26. O mejor, 23=26, una identidad extraña propuesta por los peritos en un trance relativista.

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